mis primeras ojeras

La Sarishe
1 min readJul 28, 2021

una vez cuando yo era muy pequeña mi madre nos acompañó a una excursión escolar a una granja de avestruces. tengo el recuerdo de meter los dedos entre la red para intentar tocar esas plumas negras enormes sin éxito. todavía escucho a mi madre emocionarse con los bichos, haciendo muchísimas más preguntas que los niños, fascinada por esos ojos locos y esa altura, imaginándose dando paseos por calas menorquinas a lomos de su avestruz. cuando ya tenía clarísimo que quería uno, preguntó cuántos años podían vivir. su rostro se congeló cuando le dijeron que su mascota ideal podría llegar a cumplir 50 años. en ese momento, mi madre se vio hierática y octogenaria, a lomos de un avestruz, riñendo a los niños robóticos del futuro, y le asaltaron las dudas. ¿y si no llegaba, y si se moría antes?¿quién se quedaría con su avestruz? para mí lo fascinante no era que se hubiese enamorado de semejante dinosaurio moderno, si no que tuviera ese nivel de responsabilidad con otro ser viviente. como si al ser madre para otro ser, hubiese descubierto el halo de protección blanca que me envolvía a mí. ese día mi madre entendió que solamente podría comprometerse con perros, gatos, gallinas y otros animales comunes, pero yo comprendí que la responsabilidad puede ser eterna. ante semejante descubrimiento, inmediatamente mi cuerpo pigmentó de color magenta el contorno de mis ojos y cuando me pongo parches para atenuarlo, me imagino que son las plumas de los bebés avestruces que mi madre nunca acunó.

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